Prólogo
Ora pro nobis sancta Dei genetrix...
Prólogo
El MSM una ayuda para la Iglesia
Al final de esta primera parte de la Introducción, en que procuramos explicar, sobre todo, el origen, la difusión y la espiritualidad del Movimiento Sacerdotal Mariano, surge naturalmente la pregunta: ahora bien, ¿qué significa hoy este Movimiento en la Iglesia?. Entre las muchísimas asociaciones que trabajan en todos los niveles, ¿cuál es su función en la vida eclesial?. A esta pregunta creo que debe darse esta sencilla respuesta: El M.S.M. es una ayuda que la Madre Celestial ofrece hoy a la Iglesia para que advierta su presencia maternal, para que sea consolada en sus grandes sufrimientos y se sienta siempre rodeada por el amor y la oración de muchos de sus hijos.
Con el M.S.M. la Virgen quiere ofrecer a la Iglesia una ayuda válida para superar la dolorosa crisis de purificación que está viviendo en estos tiempos. A causa de esta crisis, se ve como Órdenes y Congregaciones religiosas, en otro tiempo florecientes, atraviesan ahora momentos de particular dificultad.
Con su Obra, la Virgen desea ayudar a todos a superar con Ella, los momentos actuales de sufrimiento, y por eso invita, primero, a los Sacerdotes y, luego, a los Religiosos y a los fieles, a consagrarse a su Corazón Inmaculado y a la mayor fidelidad al Papa y a la Iglesia. El motivo por el cual el Movimiento no tiene existencia jurídica alguna, es para que tal ayuda pueda ser fácilmente acogida por todos. En ello está su debilidad, porque no teniendo una fisonomía jurídica se ve en la imposibilidad de pedir aquellas aprobaciones oficiales que podrían facilitarle el camino. Pero aquí está también su fuerza, porque al no imponer ninguna atadura de asociación, facilita a los Sacerdotes y a los Religiosos su adhesión al Movimiento.
Si se compara la Iglesia a un gran árbol, yo diría que el objetivo del M.S.M. no es el de añadir una nueva rama a las muchas que ya tiene, sino de infundirle una fuerza secreta que, partiendo del Corazón Inmaculado de María, se difunda a todas la ramas de la Iglesia, y ayude a cada una a desarrollarse según su función propia y su fisonomía peculiar, comunicando a todas un mayor vigor y una mayor belleza.
Si después se quiere saber cual es la cualidad que más importa en el Movimiento Sacerdotal Mariano, me parece que debo afirmar que es su esencial pobreza. El Movimiento es tan pobre que ni siquiera tiene una existencia oficial. Y, al no tenerla, es natural que no pueda ser catalogado de alguna manera. A veces, sonriendo, decimos entre nosotros: ya somos más de sesenta mil Sacerdotes y unas decenas de millones de fieles los que pertenecemos al Movimiento Sacerdotal Mariano; sin embargo, en ninguna parte se puede hallar la prueba de que existimos. El Movimiento es tan pobre que ni siquiera puede contar con medios propios, ni le es posible aceptar legados o bienes. Sólo vive de los donativos que le depara la Providencia para ayudar a los inmensos gastos de la publicación y difusión de sus libros. También en este punto cada Centro nacional se rige autónomamente, para la vida del Movimiento, según los medios que le proporciona la divina providencia. El Movimiento es pobre en apoyos humanos, aún aquellos que podrían procurarle alegría y aliento en medio de las dificultades inevitables que encuentra en su camino. Estos podrían ser unas particulares recomendaciones por parte de los superiores, unos elogios y estímulos de las autoridades eclesiásticas y otros testimonios de aprobación.
El apoyo seguro que la Virgen quiere darnos es su Corazón Inmaculado, y la única carta de recomendación es la que ha escrito en la vida de todo Sacerdote, consagrado a Ella, para ayudarlo, de este modo, a llegar a la santidad. Esta pobreza radical del Movimiento Sacerdotal Mariano debe ser amada, bendecida y vivida por cada uno de nosotros. Porque es la misma pobreza de María, reflejada en su Obra. Es la pobreza de la Reina del Cielo, que se esconde bajo las apariencias de una sencilla mujer de casa. Es la pobreza de nuestra Madre Inmaculada, de la toda llena de gracia, que se refleja en su modo de vivir tan sencillo y normal, en el perfecto servicio a su esposo José y a su divino hijo Jesús. La pobreza de María debe reflejarse siempre en esta Obra suya, porque el Movimiento Sacerdotal Mariano debe así mismo existir, difundirse y obrar sólo al servicio y como perfecto servicio de amor a la Iglesia. He aquí por qué el Movimiento no debe tener ni siquiera una existencia propia: sólo puede vivir en la vida de la Iglesia y al servicio de la Iglesia.
De este modo la Iglesia puede ser ayudada, de verdad, a llevar su gran Cruz en estos momentos sangrientos de su purificación, y por la luz recibida del Corazón Inmaculado, a través de tantos hijos predilectos suyos, ser sostenida hasta llegar a su mayor esplendor.
"Así, a través de vosotros que me habéis respondido, mi luz sigue difundiéndose siempre más en la Iglesia, y la Iglesia recobra vigor y confianza y toma nuevo impulso para la evangelización y la salvación de todos los pueblos de la tierra", (14 noviembre, 1980).